Artículo de opinión de Marlene Alejos, Representante Regional para América Central, Panamá y República Dominicana de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Han pasado 70 años desde que los líderes de un mundo devastado por la guerra, el holocausto y la depresión económica, trazaran una ruta para prevenir el sufrimiento y asegurar sociedades más justas y pacíficas. Esta ruta, que nació bajo el nombre de Declaración Universal de Derechos Humanos, proclamó que todas las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos, y sin importar el contexto político, social y económico en que vivimos actualmente, su contenido y los valores que emanan de ella, son el mejor ejemplo del poder de las ideas para cambiar al mundo.
Desde su adopción en París el 10 de diciembre de 1948, la Declaración Universal ha inspirado a movimientos de liberación y propiciado un mejor acceso a la justicia, la protección social, las oportunidades económicas y la participación política. A pesar de que el mundo ha cambiado dramáticamente en 70 años, su enfoque principal en la dignidad humana continúa proporcionando una base sólida para que hoy, en cualquier lugar de la tierra, las personas puedan defenderse ante la arbitrariedad y los abusos del poder.
Los derechos enumerados en la Declaración son inherentes a todas las personas, son indivisibles e interdependientes. Cubriendo una diversidad de temas como la vida, la libertad de expresión, la no-discriminación, la educación, la salud y el desarrollo, todos igualmente valiosos, ningún derecho humano puede ejercerse completamente sin que se ejerzan los demás, pues la negación de uno dificulta el disfrute de los otros.
A lo largo del tiempo, la Declaración ha impregnado virtualmente cada rincón del derecho internacional y nacional. Los principios enumerados en sus 30 artículos se han incorporado en legislaciones y tratados internacionales y regionales vinculantes, y más de 90 Estados han integrado sus principios en sus constituciones.
La Declaración impulsó el concepto de los derechos humanos como un patrimonio inalienable e inherente a todos los seres humanos. Sin embargo, tras siete décadas, el racismo, la discriminación y la intolerancia siguen estando entre los mayores retos de nuestro tiempo, y los derechos humanos continúan siendo atacados y violentados.
A pesar de que los 193 Estados Miembros de la ONU han suscrito la Declaración Universal, ninguno puede reclamar que ha cumplido plenamente su promesa de respetar y garantizar todos los derechos enunciados aquí. Como lo observó Nelson Mandela, el que ningún país haya logrado cumplir con esta promesa “no es el resultado preestablecido de las fuerzas de la naturaleza o producto de la maldición de las deidades, sino que es a consecuencia de decisiones que toman o se niegan a tomar hombres y mujeres”.
Ante esto, la tarea de promover y defender la Declaración Universal es ineludible. Sus ideales siguen vigentes y se mantienen como base de cada una de las metas de los Objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
Aunque aún quede un largo camino por recorrer para que su contenido se cumpla plenamente, el hecho de que haya perdurado en el tiempo es prueba inequívoca de la universalidad imperecedera de sus valores. La Declaración Universal nos fortalece a todas y todos. Luchar por nuestros propios derechos y defender los derechos de los demás es en sí un derecho fundamental.
Como bien apunta la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, es precisamente en estos tiempos de confusión e incertidumbre que vive el mundo cuando la Declaración Universal nos puede guiar. Es imprescindible que los Estados avancen en el respeto y garantía de la igualdad, libertades y demás derechos humanos y que a su vez las personas ejerzan y reclamen estos derechos.
La lucha por los derechos humanos no es fácil, y es momento para que pasemos de simplemente reconocer la existencia de los mismos, a tomar un rol proactivo en su promoción y defensa. Solo protegiendo los principios y valores enumerados en la Declaración, podremos evitar regresar a ese mundo convulsionado, herido por las guerras y el holocausto, que motivó su concepción.
En el año de la conmemoración del 70 aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, les invito a que conozcamos nuestros derechos humanos y los mecanismos internacionales y nacionales que permiten protegerlos, y asumamos el compromiso enérgico de promoverlos y defenderlos.