Declaración del Alto Comisionado para los Derechos Humanos en el Día Internacional de la Mujer
Mary Kini, Angela Apa and Agnes Sil pertenecen a tres tribus en guerra en las montañas de Papua Nueva Guinea. Las leyes Tribales les prohibían cualquier interacción con otros. Pero después de años de violencia entre tribus en su distrito, en secreto, ostentaron y proyectaron los tabúes sociales, para llevar paz a sus comunidades. Arriesgando sus vidas, discutían los planes de paz mientras hacían las compras en el mercado local, movilizando con éxito a otros a su causa, y saliendo al campo de batalla para enviar mensajes de paz. Las mujeres, que desde entonces han creado una organización para promover la paz y acabar con la violencia contra las mujeres y la cual ha recibido un amplio reconocimiento en la región, ejemplifican el crucial trabajo que mujeres hacen con valentía en comunidades pequeñas y grandes, algunas veces en silencio, a veces en más altos perfiles, a menudo ante graves riesgos, en todas las partes del mundo. Es un hecho establecido que las mujeres son frecuentemente las primeras en sufrir cuando los derechos humanos fundamentales son amenazados.
Las crisis alimentarias, las guerras y los conflictos, el cambio climático, las crisis económicas y otros trastornos sociales tienen a afectar desproporcionadamente a las mujeres. Pero lo que aún se reconoce mucho menos es que las mujeres pueden ser, y son, poderosos agentes de cambio. Las mujeres cuentan con poder enfrentar desafíos aparentemente insuperables con una gran fuerza de espíritu, creatividad e inteligencia. Este año, al celebrar el Día Internacional de la Mujer, hago un llamado a los gobiernos, líderes comunitarios y cabezas de familias de todo el mundo a reconocer, admitir y aprovechar el enorme potencial de las mujeres para impactar positivamente en el mundo que les rodea. Este no es un llamado dirigido a una región particular del mundo- es un llamado mundial porque la falta de capitalizar el potencial de las mujeres es un problema global. Estadísticas de la ONU muestran que desde el año pasado las mujeres ocupaban solo el 19.3 por ciento de los escaños en la cámara baja o en el parlamento de todo el mundo. También se observa en el ultimo informe sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio que muchas mujeres aspirantes a los cargos políticos sufren un déficit de cobertura mediática y comparecencias públicas.
En la esfera económica, solo 12 de las compañías Fortune 500 tienen mujeres a la cabeza. Las mujeres en áreas rurales producen del 60 al 80 por cierto de los alimentos en países en desarrollo, pero raramente tienen derechos sobre la tierra que cultivan. Las cifras de las Naciones Unidas de la Organización para la Agricultura y la Alimentación indican que por cada 100 propietarios de tierras a nivel mundial, solo 20 son mujeres. Con muy pocas mujeres dirigentes en la política, y muy insuficiente número de mujeres líderes en la industria, las mujeres no participan en debates decisivos sobre cómo responder a las crisis mundiales. Esta exclusión es a nuestro propio resigo – la negativa a aceptar la igualdad ha llevado a muchos males, un ejemplo trágico es la feroz propagación del VIH/SIDA. Por eso, evocando las voces de las calles de muchas ciudades, pueblos y aldeas de todo el mundo, debemos insistir en cambios estructurales e institucionales que garanticen que las mujeres sean reconocidas como ciudadanos en igualdad en la toma de decisiones. Esto se aplica especialmente en los momentos de transición para los estados. La participación significativa requiere que las mujeres tengan acceso a la información pertinente, y estén facultadas mediante la educación y acceso político para hacer contribuciones. Y por mujeres, me refiero también a las mujeres de grupos minoritarios, pobres, ancianas, mujeres con discapacidad, mujeres vulnerables.
Tenemos que penar en estas mujeres como titulares de derechos legítimos y futuras dirigentes. El tema de este año del Día Internacional de la Mujer, Empoderar a las mujeres rurales: acabar con el hambre y la pobreza, insiste en que los esfuerzos en un nivel de comunidad local pueden tener un impacto mucho mayor. Sólo aprovechando el potencial de la mujer para llevar a cabo cambios podemos esperar realmente hacer realidad la aspiración mundial de sociedades más justas, donde los derechos humanos y la dignidad de cada mujer, niño y hombre sean respetados.