El Salvador, 30 de septiembre de 2024
A sus 25 años, Katherine Lino ya es una voz destacada en la defensa de los derechos humanos en El Salvador. Miembro activo de diversas organizaciones, Kat, como la conocen sus amigxs, nos comparte su inspiradora trayectoria como activista juvenil. Desde sus inicios en el voluntariado hasta su actual compromiso con la colectiva Proyecto Poder, Katherine nos revela cómo la pasión por la justicia social la ha llevado a convertirse en un agente de cambio en su país.
En mi adolescencia hice voluntariado, esto me acercó a realidades que desconocía y que me generaron muchos cuestionamientos sobre las desigualdades económicas y sociales que se viven en El Salvador, especialmente en las zonas rurales y hacia grupos poblacionales que históricamente han sido vulnerados. Iniciar mis estudios en la Universidad de El Salvador me dio el complemento académico para poder nombrar los sistemas de opresión y entender sus orígenes; además, conocer a docentes, compañerxs y participar en diferentes espacios con personas con diferentes perspectivas fue un llamado construir conocimientos y sueños, que llevándolos a la práctica fue inevitable el buscar formas de colectivizarnos y organizarme.
¿Cuáles han sido los momentos en los que has sentido mayor esperanza o satisfacción en la lucha de la defensa del derecho humanos?
Generar lazos y amistades con personas de la región, saber que en Centroamérica estamos atravesando muchos retos, pero que cada unx desde su individualidad, su colectividad y los territorios mantiene viva la lucha por el avance de nuestros derechos. Asimismo, que los casos de violaciones a derechos humanos en el país sean cada vez más visibilizados en instancias internacionales, que los ojos se pongan en el país es el resultado del esfuerzo y la lucha para que las cosas cambien, por ejemplo, un enorme logro en derechos sexuales y reproductivos ha sido la sentencia de la Corte IDH en el caso de Manuela y que el caso de Beatriz esté en proceso de una respuesta que esperamos sea favorable para avances necesarios.
¿Qué te gustaría destacar como tu labor de defensora de derechos humanos?
Las injusticias, la desigualdad y la opresión es algo que se vive día a día, el despertar de consciencia llega al ver nuestro entorno y saber que tenemos la oportunidad de hacer algo. Para mí, ha sido un llamado a romper mi burbuja y tener la mente y corazón abiertos para aprender, organizarme y crear espacios donde podamos señalar los problemas y aportar soluciones. Ser defensora de derechos humanos es un compromiso de vida que asumo porque creo fervientemente que todxs podemos y debemos vivir en dignidad.
¿Cómo has utilizado tu plataforma para visibilizar las problemáticas que enfrentan los periodistas y cómo has inspirado a otros a defender los derechos humanos?
Desde la colectiva donde estoy organizada realizamos actividades como diálogos y conversatorios sobre diferentes temas de interés para las juventudes como el arte, cómo afecta la coyuntura a las juventudes, cuál es nuestra situación actual de las mujeres y disidencias, entre otros. También, el uso de las redes sociales para el ciberactivismo y transmitir mensajes que abren un llamado a la reflexión y pensamiento crítico ha sido una herramienta bien recibida y compartida por juventudes. Por otra parte, en mi lugar de trabajo he tenido la oportunidad, a través de la Oficina Regional, de conocer herramientas para visibilizar las detenciones arbitrarias por el Régimen de Excepción al Consejo de Derechos Humanos; además de coordinar espacios de formación con juventudes de comunidades para que se sumen a la defensa de nuestros derechos.
¿Cómo se vive el rol de defensa de los derechos humanos siendo mujer LGBTIQ+?
Me posiciono como una mujer joven LGBTIQ+, y desde ahí reconozco las necesidades y problemáticas que habitamos frente a un Estado y sociedad enraizados en la estigmatización y criminalización de nuestra existencia. Por tanto, la lucha por el avance de los derechos humanos implica situarme, desde los privilegios, oportunidades y opresiones que me atraviesan y acuerparme con otras personas que, como yo, apuestan por la colectividad y por cambios estructurales para que la discriminación por color, sexo, género, lugar de origen, etnia y otros, deje de ser la norma y de paso a un mundo más diverso basado en el respeto.
El presente ya demuestra la capacidad y el interés que tenemos las juventudes de cuestionar lo que nos rodea, pensar en alternativas, imaginar utopías y avanzar por ellas. Si bien los desafíos son muchos teniendo en cuenta que en El Salvador existen políticas que criminalizan a las juventudes, que las oportunidades de empleo digno son escazas y que el costo de la vida va en aumento; las juventudes tenemos la oportunidad de crear formas solidarias de escucharnos, apoyarnos y construir un futuro en el que todxs podamos garantizar nuestro bienestar. El hecho de vivir en una era tecnológica facilita las conexiones con otros lugares del país e incluso fuera de este, tenemos en nuestras manos oportunidades para visibilizar realidades y conocer experiencias y buenas prácticas de logros de las juventudes en el mundo.
El presente ya demuestra la capacidad y el interés que tenemos las juventudes de cuestionar lo que nos rodea, pensar en alternativas, imaginar utopías y avanzar por ellas.
Facilitar espacios de encuentro, diálogo y escucha, en los que podamos conocernos e identificar las coincidencias en nuestros intereses y luchas. Las juventudes tenemos una enorme creatividad, resiliencia y conocimientos que necesitan ser escuchados, para que las iniciativas por la defensa de los derechos humanos reflejen también nuestros sentipensares y seamos parte de la construcción de nuestro futuro.
¿Cómo crees que los jóvenes pueden ser agentes de cambio en la defensa de los derechos humanos y qué mensaje les darías a aquellos que quieren involucrarse?
Todxs podemos ser defensores de derechos humanos, por lo que el mensaje a quienes quieren involucrarse es que busquen personas, espacios, colectivos seguros con los que sus principios y luchas se identifiquen. La colectividad nos hace el llamado a pensar no solo en nuestro bienestar o el de nuestro entorno, despierta la capacidad de que nuestra empatía no tenga fronteras y que nuestros sueños por un mundo más justo y sin discriminación sean el fuego que nos impulsen a seguir en la defensa de nuestros derechos. Invito a las juventudes que leen esto a que nos sumemos con nuestras voces por nuestros derechos.